Por Paulina Romero Barrientos
Escritora
Dedicado a la madre de un hijo con autismo
que la vida puso en mi camino.
Ella,
piensa que él olvida las cosas,
es distraído, no saldrá de su infancia
temprana, las matemáticas son peor
que una tos de empecinada roca,
y si no entiende la química es culpa
del maestro, Santiago es inocente.
Él,
está en contra de los exámenes
finales, de que a las compañeras
no les agrade la forma en que porta
su suéter y de que ella llegue una
hora más tarde del tiempo acordado.
Camina en un rumbo casi estéril.
Ella,
lo ha encapsulado en un estilo
cognitivo, en el manifiesto de una
sintomatología, migración anormal
de células embrionarias que alteran
sus circuitos neuronales y hacen
que hasta su mundo parezca incierto.
Él,
hace de la credencial escolar un
barquito de papel, es la única forma
que no la olvide, genera mensajes
con significados ambiguos y su sonrisa
no es empática, no lee entre líneas
y su mímica facial es ilusoria.
Ella,
quiere ahorrarle los problemas que
implica la vida adulta, no entiende
el profesionalismo de su pequeño
profesor y su razonamiento refinado
es algo que quizá ni ella como madre
pueda describirlo en azul profundo.
Él,
tiene diecisiete años, cuando le dicen
“Santi”, él responde que es “Santi sin ti”,
san como los santos, como tres letras
que componen unas siglas, como a un
nombre propio quitándole la segunda
sílaba, sin ti tu madre no es la misma.