El Señor de Señores, me rescató del fango del pecado y del foso de la sepultura.
Por: Manuel Paredón
Primera parte
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Al frisar los 82 años de vida, y tras pensarlo durante algún tiempo, por fin decidí compartir la brutal conversión experimentada en un Cursillo de Cristiandad, luego de una azarosa época que me arrastró a los peores arrabales.
Ante todo, mil disculpas por referirme en primera persona. Y que para algunos o muchos, no debería haber tocado este tema, pero lo hice como un testimonio de que el Señor obra milagros que muchos no creen incluso sacerdotes que han perdido la fe.
No solo el Señor de Señores, me rescató del fango del pecado, sino del foso de la sepultura, ya que en tres ocasiones me salvo la vida: la primera ocasión de una enfermedad llamada criptococosis cerebral (inflamación del cerebro) y dos infartos.
Recapitulando mi conversión, ocurrió cuando en plena juventud, unos 18 años de edad, sintiéndome intocable por ser periodista, me arrastró a las peores inmundicias.
En pleno libertinaje, nuestro Señor se valió de don Antonio Guerrero para invitarme a un Cursillo de Cristiandad, es decir un retiro espiritual de tres días.
Sin pensarlo más, acepte, no sabiendo de qué se trataba.
Eran tiempos de la efervescencia de este movimiento de Iglesia que surgió en España por los años 50s y rápidamente se extendió a México y a otros países; hoy en día tiene presencia en casi todo el mundo.
Eran tanto los hombres y mujeres que querían experimentar esta vivencia que el VII Obispo Mons. Alfonso Toríz Cobián que de Dios goce, dispuso que la Iglesia contara con una Casa de Cursillos en la Prolongación de Juan Caballero y Osio, para la celebración de esos y otros retiros.
Ilustres clérigos formaban parte del equipo de predicadores, entre otros, el que años después fuera obispo de Villa Hermosa, Tabasco y Cuernavaca Monseñor Florencio Olvera Ochoa; Mons., Salvador Espinosa Medina, Vicario General de la Diócesis; el señor Canónigo José Guadalupe Alderete Loza; los apreciables sacerdotes José Morales Flores, Gustavo San Martin, José Hernández Pérez, Mauro Hernández, Rafael Mendoza Negrete, que han sido llamados a la Casa del Padre.
De los laicos que formaban parte de los equipos de servicio y que con aquellos ilustres sacerdotes, dieron un gran impulso a este movimiento eclesial, habría que recordar a Román Ostendi, el Diacono seglar Humberto Reyes, José Vargas, José Luis Alcocer, Ramón Aguilar, Antonio Alcocer, Humberto Téllez Girón, Francisco Lozada, Julio Lozano, José Álvarez, Conchita Pozo, Elenita Soto, Licha Téllez Girón, Margarita Luna, y tantos hombres y mujeres que durante muchos años, sirvieron a este movimiento,.
Pues bien, en el segundo día del Cursillo, durante el rollo (plática) sobre la piedad y los Sacramentos que impartió el señor Canónigo, José Guadalupe Alderete Loza, me hizo reflexionar sobre todo el mal que había hecho pero que el Señor con su infinita misericordia, perdonaba los pecados.
Nunca olvidaré que de pronto, en medio del arrepentimiento y propósito de enmienda, llore y llore, pidiendo al Señor perdón por mis pecados.
Durante la concelebración Eucarística de clausura del retiro que presidio el obispo Alfonso Toriz Cobian, exprese públicamente mi testimonio sobre mi conversión.
Desde entonces cambie mi vida para siempre y he luchado para no volver a ofender al Señor.
En aquel tiempo, esta maravillosa experiencia la vivió el ahora X Obispo Fidencio López Plaza y otros sacerdotes.
Me atrevería a decir que miles de fieles, hombres y mujeres de todos los estratos sociales, hicieron un Cursillo de Cristiandad y era tanto el fervor que despertaba que algunos que se quedaban fuera —ya que el cupo era limitado, 30 participantes—, no se movían de las puertas de la Casa de Cursillos con la esperanza de que alguno se arrepintiera y ocupara su lugar.
Gracias al empeño del señor Obispo Alfonso Toríz Cobián, por la evangelización de su rebaño, los Cursillos de Cristiandad, se extendieron a algunas parroquias, sobre todo en la Sierra Gorda, desde Agua Zarca, donde el Presbítero José Hernández Pérez le dio un gran impulso.
En la ciudad, el templo de Carmelitas, era el recinto de oración y escuela de cursillistas.
Hasta que el estado de salud se lo permitió, el señor Canónigo José Guadalupe Alderete Loza, fue el Director Espiritual de los Cursillos.
A la muerte del señor Alfonso Toríz Cobián, el VIII Obispo Don Mario de Gasperín Gasperín, dispuso que la Casa de Cursillos se acondicionara para la UNIVA y ante la muerte de sacerdotes y seglares, que fueron verdaderos pilares del movimiento, los Cursillos de Cristiandad no son los de aquella época.
El IX Obispo Mons. Faustino Armendáriz Jiménez, que también es cursillista, hizo todo lo posible por relanzar el movimiento, incluso dispuso la debida preparación de un sacerdote para que se hiciera cargo de la dirección Espiritual.
Lo que es más, logro que Querétaro fuera sede de una Ultreya Nacional que reunió aquí a mas de 6 mil cursillistas de todo el país pero lamentablemente no pudo terminar esta obra ya que el Papa lo nombro Arzobispo de la Arquidiócesis de Durango.
En la segunda parte hablaré mi azarosa y oscura vida