“Mi trabajo invita y sacude” 

Por Tovar Molgado

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En el vasto y a veces hermético universo del arte contemporáneo, Matrino Reséndez se distingue como una voz auténtica que ha construido su lenguaje artístico desde la necesidad, la resistencia y la introspección. Autodidacta, tenaz y profundamente simbólico, su trabajo no se conforma con ser objeto de contemplación: invita, sacude, y sobre todo, transforma.

Nacido en un entorno marcado por la escasez de recursos, Matrino no tuvo acceso a academias ni talleres formales de arte. Sin embargo, el impulso de crear fue más fuerte que cualquier carencia. “No tenía recursos, pero las ganas de pintar siempre estuvieron ahí”, comenta el artista en entrevista. “El arte me ha permitido transformar lo difícil en creación”.

Su historia comenzó con el uso de materiales no convencionales, como el chapopote —residuo del asfalto—, con el cual inició su exploración pictórica. Esta sustancia espesa y negra, símbolo de lo industrial, lo crudo y lo urbano, se convirtió en su primera paleta y también en su declaración de principios: el arte es posible desde cualquier punto, incluso desde los márgenes. “El chapopote no solo era lo que tenía a la mano, era también lo que hablaba de mi entorno, de mis emociones contenidas, del caos y la oscuridad que buscaban una salida”.

Las obras de Matrino Reséndez no buscan simplemente decorar espacios ni ilustrar emociones. Desde sus inicios, ha concebido su arte como un medio para cruzar umbrales invisibles. “No son simples objetos de contemplación. Para mí, cada obra es un portal hacia otras realidades”, afirma. Esta visión ha marcado su estilo profundamente simbólico, con una marcada influencia del surrealismo y una carga introspectiva que lo lleva a explorar los rincones más complejos del alma humana.

El espectador que se enfrenta a sus cuadros se encuentra con figuras oníricas, atmósferas enrarecidas, espacios ambiguos donde el tiempo parece diluirse. Los símbolos se repiten, pero no se estancan: Matrino los reinventa, los desplaza y los tensiona, como quien busca nuevas preguntas antes que respuestas definitivas.

En cada obra hay una especie de alquimia emocional. Texturas densas, contrastes abruptos y una paleta que transita entre los tonos tierra, oscuros profundos y estallidos de color contenida, son características que definen su trabajo. El silencio, la espera, la memoria y el duelo son temas que surgen una y otra vez, pero con matices siempre renovados.

A diferencia de muchos artistas que encuentran una fórmula y la repiten, Matrino Reséndez ha optado por el riesgo de la renovación constante. Su proceso creativo se organiza en series, con ciclos que se extienden alrededor de dos años. Cada serie implica una relectura de su propio universo simbólico y una búsqueda de nuevas formas de expresión.

“No pinto lo mismo siempre”, asegura con firmeza. “Cada etapa de mi vida trae preguntas nuevas, experiencias distintas, heridas que se abren y otras que se cierran. Mi trabajo refleja ese tránsito, no quiero que el arte se vuelva rutina”. Este proceso implica una revisión honesta de su propio lenguaje plástico, lo cual también le permite experimentar con nuevos materiales, formatos y temáticas.

Aunque su carrera ha sido en gran parte autodidacta y forjada fuera de los grandes circuitos del arte institucional, Matrino Reséndez ha logrado construir una propuesta sólida, coherente y con una identidad visual inconfundible. Sus exposiciones han comenzado a ganar terreno en diversos foros culturales independientes y alternativos, y su obra empieza a generar diálogo entre públicos diversos: desde coleccionistas y curadores, hasta espectadores que se acercan por primera vez al arte contemporáneo.