Los meses que le quedan como gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles los va a dedicar a estar de gira con el objetivo de convencer a todo el mundo de que Morena ganó las elecciones en su Estado gracias a la ayuda del narco. La primera parada fue la semana pasada en el Palacio Nacional. Pero el presidente Andrés Manuel López Obrador se negó a recibirle alegando que, si tenía pruebas, presentara una denuncia ante los tribunales. A partir de ahí, la cruzada del gobernador saliente del PRD —el nuevo mandatorio, el morenista Alfredo Ramírez, tomará posesión en 1 de octubre— continuará por diferentes instituciones —Fiscalía y Suprema Corte— organismos internacionales y medios de comunicación. En un encuentro este lunes con EL PAÍS, Aureoles justifica su despliegue alertando de que “estamos en la antesala de que se instale otra vez el narcogobierno en Michoacán”.
En paralelo a su gira “para sensibilizar a la opinión pública”, Aureoles ha impugnado ante el Tribunal Electoral del Estado de Michoacán los resultados que dieron como vencedor al candidato de Morena frente al del PRD, Carlos Herrera Tello, por un pequeño margen del 2,5%, apenas 40.000 votos. Acompañado con una voluminosa carpeta de documentos, Aureloes ha recopilado un caudal de información que considera flagrante. Decenas de resultados de casillas electorales donde todos los votos, sin excepción, son para Morena. Un volumen inusitadamente alto de votos nulos, una participación récord sobre el padrón y sobre todo, el mapa de los 15 municipios de Tierra Caliente, la zona roja del Estado: “Es muy claro el mapa del corredor del narco. Todos los ganan ellos. El crimen organizado está usando a Morena como instrumento para acceder al control del Estado”.
El gobernador cuenta también con vídeos y testimonios de candidatos de su partido que fueron amenazados o de miembros de las mesas electorales que, supuestamente, fueron forzados a manipular los votos. Aureoles, un político veterano que llegó a ser el presidente de la Cámara de Diputados, es consciente de que, en todo caso, el éxito de la vía jurídica para sus demandas es escaso. “Estamos ante un escenario muy complejo porque en Michoacán nadie se atreve a denunciar. Me lo cuentan a mí como una especie de desahogo, pero me dicen que si los delincuentes se enteran les matan”. Ante las preguntas sobre si cuentan con pruebas de mayor solidez para sustentar sus acusaciones, el gobernador anuncia que esta semana su equipo presentará otra denuncia ante la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada (SIEDO).
Su despliegue en los últimos días ha sido criticado al considerarlo como una especie de canto del ahogado tras perder el penúltimo de los feudos históricos del PRD, la formación de la izquierda tradicional mexicana hoy en progresiva decadencia. Este lunes, Aureoles se reunió con el fiscal general, Alejandro Gertz Manero, y lo intentó también con el presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldívar. Buscará también acercarse a legisladores y hasta a organismos internacionales como la ONU o la Unión Europea.
Las denuncias del gobernador trascienden incluso el territorio de su estado, apuntando a Estados como Sinaloa, Baja California Sur o San Luis Potosí donde Morena también logró la victoria. “Lo que había sucedido el 6 junio fue una narcoelección. México se encamina a pasos agigantados, si no detenemos esto, a ser un narcoestado. Va más allá de un tema electoral, es de seguridad nacional”. Aureoles llega a sostener que López Obrador conoce los vínculos de su partido en Michoacán con el crimen organizado, “pero no se quiere meter en el tema porque los necesita de aliados”.
Michoacán es un territorio especialmente simbólico en el contexto reciente de la lucha contra el narcotráfico en México. En diciembre de 2006, con una cifras desbocadas de violencia, una de las primeras decisiones del recientemente elegido presidente Felipe Calderón fue sacar a los militares a las calles del Estado del Pacífico para enfrentar cara a cara al crimen organizado. Fue el pistoletazo de salida de la llamada guerra contra el narco. Hoy, Michoacán continúa en el ojo del huracán con territorios como Aguililla literalmente sitiados por el crimen.
Sus campos serranos fueron uno de los primeros graneros de marihuana mexicana desde mediados de siglo pasado, hasta convertirse en una región estratégica por ser lugar de paso de la droga y centro de entrada, desde el puerto Lázaro Cárdenas, de los químicos para las drogas sintéticas que ha hecho millonario al Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el cartel ascendente en México que, en colaboración con otros grupos locales, estaría detrás, según el gobernador de Michoacán, del apoyo a Morena.
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