Texto y fotos: Laura Valdelamar

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Entre alegría y añoranza, Fray Eulalio Hernández Rivera, tres veces Guardián del Santuario de Nuestra Señora de El Pueblito,  nos abrió las puertas para platicar sobre su vida como sacerdote.

Con gran emoción comenta que es un puebliteco que nació el 2 de junio de 1937, cursó la primaria en la escuela Valentín Gómez Farías, para después irse al Seminario franciscano, ordenándose como sacerdote en 1964.

Expresó que la tendencia del presidente Lázaro Cárdenas todavía estaba muy fuerte, que había querido implantar la educación socialista, y en la escuela Valentín Gómez Farías, tuvo dos maestras, una de ellas de nombre Antonia, casi nunca hablaba en contra  de la religión, era muy profesional, después con la maestra Guadalupe Estrada, ella si era muy valiente, “nuestro salón estaba hasta el fondo de la escuela y siempre cuando ya íbamos a entrar, dejaba a uno afuera y cerraban la puerta, la consigna era que si venía alguien, el que estaba afuera tocara y todos nos callarámos y nos sentábamos, porque entrando rezábamos para empezar las clases, la escuela estaba donde es ahora la Casa de las Artesanías, y todo eso, la devoción de una maestra, la devoción de mis padres me inclinó hacia allá”.

A pregunta expresa, apunta que su impulso para dedicarse a servir a Dios, es que vivían cerca del Santuario, era lo que más veían, además por un lado sus familiares y sus abuelos en paz descansen eran muy religiosos, participaban mucho en el Santuario, eran de la  Orden Franciscana Seglar (OFS), que también la llaman Tercera Orden y se pasaba mucho tiempo aquí, asistían a platicas, a instrucciones, a ayudar en el templo, mi abuelo incluso fue mayordomo de la Primera Danza, casi toda su vida, era el mayordomo número uno, todo eso como que me fue disponiendo, me fue acercando a Dios.

Qué significa para usted El Pueblito y su gente

Con gran entusiasmo habla de su Pueblito: Para mí significa lo máximo en cuestión greográfica, cada quien ama lo suyo y El Pueblito tenía muy poco, porque era una población insignificante, muy pequeña, de hecho tres calles para un lado en un sentido norte-sur y otros tres callejones en sentido oriente-poniente, no era muy grande, pero nos conocíamos todos, nos saludábamos, nos frecuentábamos, incluso nos visitábamos y eso me dio mucha confianza, me hizo socializarme con las personas en buena parte para mí El Pueblito, es eso, otro instrumento por lo que Dios me llamó aquí a la vida religiosa franciscana, porque como digo, la población era pequeña, pero era una población muy religiosa, muy honesta, muy tranquila, todavía estábamos separados de Querétaro ocho kilómetros ahora ya no, eso es para mí, El Pueblito, un rinconcito de la patria, donde tengo mi corazón.

 

SE CONSIDERA INDIGENA

 

La gente nativa de aquí era indígena, no me da vergüenza, sino al contrario  me da mucho orgullo decir que yo soy otomí, no hablo el otomí porque ya en mi tiempo había cambiado mucho la situación,  pero eso es lo que significa para mí, el principio de toda mi vida, ahí di mis primeros pasos, ahí aprendí las primeras letras, ahí nació mi vocación.

 

EN DONDE VIVIA

 

En la calle Bermúdez, la que está a un lado del Santuario, ya casi llegando a la Alameda, que entonces no la llamábamos Alameda Hidalgo, la llamábamos La Placita, ahí está la casa que fue de mis papás, ahora es el Museo Comunitario.

 

DONO LA CASA QUE ERA DE SUS PAPAS

 

Apunta que cuando su papá murió le dijo que le gustaría que la casa se quedara al servicio del pueblo, y cuando su mamá murió sabía que había llegado el momento de cumplir con lo que ml había encomendado su papá, porque sintió la obligación de cumplir la voluntad de su padre, “fue una donación que nació del corazón de mi padre”.

Fue mi papá el que me dijo, quiero hablar contigo y le digo ándale, no sabía para qué, no me imaginaba, cuando estábamos en su habitación me dijo; yo quiero encargarte esto, ya siento cerca la muerte y quiero encargarte de que cuando yo me muera y se muera también tu mamá, porque aquí, se va a quedar ella, cuando ella muera tu entregues al pueblo la casa para que esté al servicio del pueblo, no me dijo de museo comunitario, porque todavía no sabíamos de la existencia del museo, parece que es posterior, ciertamente cuando mi mamá murió ya existía el museo comunitario, estaban aquí en la Casa de la Cultura, y ya les pudieron el espacio, andaban con muchas dificultades que no hallaban a dónde irse, entonces fue cuando les cayó la casita, ahí tienen actualmente su residencia.

 

QUE LE DIJERON SUS PAPAS CUANDO LES EXTERNO QUE QUERIA SER SACERDOTE

 

Fue desde temprana edad, cuando termine la primaria me dieron el certificado de sexto año, entonces se lo llevé a mi papa hasta el campo, mi papá andaba trabajando en el campo, era campesino, y le dije aquí está el certificado de primaria, ya terminé, y se me quedó mirando y me dijo ahora qué, y le dije yo quiero ser franciscano y me dice: pues no sé cómo hacer eso, así que tú vas a encargarte de ello, lo que hice fue venir con el padre, entonces era el padre Buenaventura Tovar, y le dije que yo quería ir al seminario que mis papás estaban dispuestos ayudarme y me dijo, que quería hablar con mis papás, les hizo varias preguntas referente a la situación del seminario y cuando ellos estuvieron totalmente informados y de acuerdo entonces ya me llamó y me dijo, te voy a dar una carta para que mañana te lleven.

Al día siguiente de la entrevista con el padre Tovar, me llevaron al seminario, era el 3 de enero, antes era en diciembre cuando se acababa la escuela y hasta febrero volvíamos a comenzar, estábamos a la mitad de las vacaciones, cuando me dijo esto el padre, mañana te vas a Tarandacuao, en Guanajuato, me explicó cómo llegar hasta Acámbaro para de ahí tomar el tren que salía a la una de la tarde, yera el único viaje a Tarandacuao.

A las cinco de la mañana, comenta ya estaban en la carretera esperando el camión que los trasladaría a Celaya, acompañado de su papá y una tía, para después transbordar como destino a Salvatierra, pero ese camión iba directo a Acámbaro, por lo que dijo llegaron a las 12 del día, para dirigirse a la estación del tren y llegar a su destino,

Con alegría refiere que llevaba un itacate, en un morralito de aquellos de harina que eran como de manta, con la poca ropa que tenía llegaron y los recibió el padre Elías Luna era el rector del colegio y lo introdujo y ya ni tiempo le dio de despedirme de su papá y su tía abuela.

Asegura que no se sintió triste ni nada, le gusto el pueblo, ya que era un pueblito parecido a su Pueblito, en aquel entonces y se sintió muy cómodo, muy a gusto.

Expresó que fueron tres años de secundaria y dos de preparatoria, y le llamaban de humanidades porque en los cinco años llevaban latín y griego. Eran en ese entonces 120 seminaristas, divididos en tres secciones, los grandes, los medianos y los chiquillos, todos se llevaban muy bien.

Con una sonrisa detalle que un hermano 11 años mayor que él, le decía que se iba a regresar a otro día, porque ahí no le iban a dar azúcar y su leche colada como le gustaba, “no me tomaba la leche si no la colaban y me la endulzaban”, me decía llévate una coladera, llévate un terrón de azúcar, y no le hice caso, yo dije si me dan la leche, así como me la den y de hecho nos daban la leche en un pocillito y así nos la tomábamos con todo y nata, como venía, era la leche buena de vaca”.

A sus 85 años de edad, señala que la vida da oportunidades de experiencias agradables, “esa subida y esa parte plana son experiencias muy bonitas”.

Cuando se ordenó como sacerdote, el primer lugar donde lo nombraron fue en El Paso, Texas, porque allá estaba el seminario de Teología, allá se ordenaban, “me ordeno en 1964 y en 1965 me pusieron a dar clases de Filosofía y Teología  en El Paso, ahí viví hasta el 68”.

Abundó que le gustaba El Paso, tenía buena relación con los universitarios, contaban con un grupo de estudio de universitarios, pero siempre suspiraba por mi tierra y decía, quiero volver a México, se le concedió en el 68, en el año del mundial del futbol y lo mandaron a León, al instituto Leones, a donde señala llegó a dar clases en la secundaria y al año siguiente a la secundaria y preparatoria, ahí estuvo hasta 1972.

Posteriormente lo mandaron al templo de La Cruz, platica que cuando sostuvo la primera plática con los concheros de San Francisquito, todavía estaba el señor grande, ahorita ya están sus hijos, les dijo: “ni crean que me van asustar, ustedes son brujos de San Francisquito, yo soy brujo de El Pueblito, a ver quién puede más y les dio mucha risa y empezamos hacer buenas migas”.

 

 

HA VISITADO OTROS LUGARES

 

He visitado algunos lugares de México como Aguascalientes, Colima, Tijuana, del extranjero también ha visitado algunos como Chile, Argentina, más lejos todavía ha ido a Tierra Santa y a Roma para regresar a su Pueblito.

Detalla que ha estado cinco veces en el Santuario de Nuestra Señora de El Pueblito, y no se fastidia, no se cansa,  porque como sacerdotes, la consigna que tienen es estar tres años en un lugar y luego los cambian a otro lugar, “y a mí me tuvieron tres veces,  tres años, fueron nueve, luego la cuarta vez me tuvieron seis años aquí, fueron 15 y ahorita ya llevo seis, no sé cuantos más vaya a durar aquí”.

Con alegría comenta que las personas lo visitan, le mandan varias cosas, un vasito de frutas, un quesito, porque saben que le gustan esas cosas, la gente dice, es muy amable, a pesar de que a quienes conoció ya casi murieron todos, ya toda esa gente es de las nuevas generaciones.

Lo principal dijo, es que sigue el culto a la Virgen de El Pueblito, la Virgen María, la mamá de Jesús, en su advocación de El Pueblito, la que yo conocí desde que abrí los ojos, y fue la que me enseñaron amar, con la que me alegraba en sus fiestas, en una palabra me enamore de Ella.

 

 

LE PONEN SU NOMBRE A UNA DE LAS PRINCIPALES CALLES DE EL PUEBLITO

 

Yo siento que hay muchos personajes en el pueblo que merecerían ese honor, ese favor, pero a mí me tocó, Dios lo permitió y la gente lo quiso, señala que estaba en León cuando llegaron a exponerle que querían ponerle su nombre a una calle en El Pueblito, a lo que respondió que había muchas personas que lo merecían, y en lugar ponerles nombre de la gente del pueblo, se los han quitado como la calle Felipe Herrera,  actualmente Josefa Ortiz de Domínguez y así, yo creo que tenemos que ser fieles a nuestros antecesores, y me dicen pero queremos que también usted tenga su calle, y dije, bueno si ustedes están en lo dicho, acepto la idea y ya me dijeron que iban a regresar con una comisión representantes de la municipalidad, del gobierno y si fueron y me hicieron una entrevista que por cierto la pasaron cuando se inauguró la calle ahí en Ribera del Río.

 

EULALIO HERNANDEZ RIVERA, ES SU VERDADERO NOMBRE?

 

Con el semblante lleno de alegría comentó que sí, porque desde que tomó el hábito en 1956, pidió llamarse Eulalio, por su abuelo el papá de su papá, así se llamaba Eulalio Hernández y entonces me acordaba de él, había sido el único abuelo varón que conoció, al papá de mi mamá no lo conoció, como que me entendía, me lleve muy bien con él y cuando me dijeron que íbamos a poner nosotros el nombre que queríamos para la orden, les dijo que quería Eulalio Hernández, no me preguntaron nada, nada más anotaron y así me llamaron el día de la toma de hábito que fue un 13 de junio de 1956.

 

CUAL ES SU NOMBRE DE PILA

 

Mi nombre de pila, mi nombre de bautizo y de registro civil es Rodolfo Hernández Rivera.