Hay dos Italias como hay dos Espaas, pero mientras la particin de la primera es territorial, el norte y el sur, nuestra quiebra est en la sangre. El ftbol es uno de los teatritos del cainismo, con Madrid y Bara como amantes que se odian y se necesitan. Ser parte de uno de ellos sin ser parte del relato autodestructivo que tantas veces nos hace pequeos, a jugadores, entrenadores, presidentes, aficionados o periodistas, es imposible si no es usted italiano, si no es usted Carlo Ancelotti.
El legado que deja el entrenador, despedido con honores en el Bernabu, trasciende su colosal obra en el Madrid, los 15 ttulos, las tres Champions. Ancelotti ha hecho mejor al ftbol espaol en su conjunto, con una demostracin de equilibrio emocional que no siempre encontr para su equipo en el campo, sin poder explicar que gestionar el talento es gestionar el desequilibrio. Con ms horas de exposicin que ningn otro personaje pblico, porque nadie da cuatro ruedas de prensa a la semana, buscar una salida de tono del tcnico es como buscar un anillo en la playa.
Segn su hija Katia, levantar la ceja es su forma de evacuar la mala leche. Ni siquiera la histeria arbitral del Madrid le ha llevado a perder los papeles, incluso en el obligado y puntual seguidismo de un hombre de empresa que no confunde los roles, y sabe cul es su sitio y cul el del patrn. Ancelotti ha cohabitado con los ms importantes, de los que, slo con mantel y confianza, cuenta divertidas ancdotas. Las mejores, de Berlusconi, como si se tratara del personaje de una comedia. Florentino, a menudo, parece el de una tragedia, tan nuestra.
El ftbol espaol no necesita un Garibaldi que lo unifique, pero s voces que lo pacifiquen, aunque a veces pedimos a los lderes del baln lo que no le pedimos a los lderes de un mundo que se ha vuelto loco. Fabio Capello, otro italiano que dirigi al Madrid, se escandalizaba cuando vea la cantidad de vinagre de Mdena que los espaoles echamos a la ensaladas. Deben ser las gotas justas, como las palabras de Ancelotti. Grazie e buona fortuna.