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El Barcelona pag al vicepresidente de los rbitros durante aos y eso apesta. Correcto. El caso est siendo investigado por la justicia y seguido por todos los medios de comunicacin del pas. Tambin correcto. Cuando el sector conspiranoico del madridismo justifica su paranoia diciendo que ellos son los nicos a los que les importa el caso Negreira y continan denuncindolo, miente. Y no pasa nada. Tienen motivos para estar indignados y al hincha no se le pueden exigir mesura y cabeza. Si el ftbol es salvaje y sentimental, como deca Javier Maras, hay que asumir que un tuitero sea irracional y roce el desvaro en defensa de sus colores.

Un club, una institucin gigantesca, ya es otra cosa.

Lo vivido alrededor de una fantstica final de Copa fue tragicmico. Trgico si eres de esos romnticos que an cree que este juego tiene salvacin, que la pelota no se mancha como sentenci Maradona, que su transformacin en circo de tres pistas es solucionable. Cmico, si disfrutas del enemigo ponindose en ridculo para el mundo entero.

La vspera, con el Madrid ejerciendo de abusn que se hace el ofendido cuando sus vctimas denuncian, fue un gran da para el show. El final del partido, con un montn de chiquillos vestidos de blanco desquiciados con un rbitro que les haba favorecido en sus nicas decisiones polmicas (el penalti a Ferran y la posible roja a Lucas Vzquez), fue la demostracin de que la sobreactuacin acaba afectando al vestuario. Menos a Rudiger, que vena as de fbrica.

Lo importante es que el Real Madrid es consciente de que todo es parip. Lo hace como estrategia, para tirar alpiste a su grey desbocada, llenar horas de tertulias y fingir que apoya una indignacin popular que ni siente ni respalda con sus decisiones empresariales. Florentino sabe que el Real Madrid es una enorme multinacional que no puede andar perdiendo el tiempo en veleidades humanas.

Si la hinchada quiere furia, monta unos vdeos, pide al servicio de habitaciones en vez de ir a la cena oficial y filtra una amenaza que nadie se cree de no jugar la final, pero a la hora de la verdad apoya al enemigo, ese mismo Laporta que pag a Negreira, para inscribir a Dani Olmo (vital en este tramo decisivo de Liga en un gracioso acto de injusticia potica), o le abre puertas que le ayuden a, palanca a palanca, salir del pozo econmico. El cabreo del Madrid, como club, con lo de Negreira es cosmtico. Prefiere un Bara fuerte que uno preso.

La realidad es que est vacilando a sus aficionados ms radicales, pero ah siguen ellos, gritando a las nubes.