Ana Saavedra Villanueva

La muerte es negra, la muerte es blanca,

se viste de colores y se adorna con flores.

En la frialdad del sepulcro asegura descanso;

de paz, para muchos un remanso.

 

La muerte es joven, la muerte es vieja,

se lleva a todos; es bien pareja.

Triste tragedia, implacable destrucción,

contrapone el pánico a la purificación. 

 

La muerte es ausencia,

y a pesar de ser vacío.

Convierte la memoria en lágrimas,

que el abandono transforma en hastío.

 

La muerte une clases y condiciones,

no hace distingo de profesiones.

Es hueco inmenso, crece a la sombra,

donde la vela su recuerdo alumbra.

 

La muerte es pena, es dolor y llanto,

es angustia, desconsuelo y desencanto.

Palabras no dichas, abrazos nunca dados,

deudas eternas, o perdones olvidados.

 

La muerte apaga corazones,

mientras enciende desvelos.

Consejera ante traiciones,

de las consciencias flagelos.

 

La muerte descompone, apesta;

a sangre, a enfermedad, cosa funesta.

Aunque también huele a copal y a incienso,

aromas que viajan entre rezos, y en silencio.

La muerte es olvido, o es culpa, o es venganza, 

en ella hay desamparo y a veces éste no alcanza. 

Guarda amor, codicia, arrepentimiento,

es contradictoria y lo muestra sin sufrimiento.

 

La muerte es acción para el asesino,

fin para una existencia.

Compañera del Señor Divino,

un misterio que promete trascendencia.

 

La muerte es cesación, cambio de condición,

nuevo comienzo, es evolución.

Nunca hace pausa, no duerme, ni descansa;

se desplaza lenta, aunque todo alcanza.

 

A la muerte se le invoca y se le huye,

es irreversible, es traicionera.

Mientras unos viven a su espera,

a otros sorprende cuando se inmiscuye.

 

Separa familias, reencuentra el camino,

es para la muerte el propio destino.

Sin vista al futuro, nos deja un pasado,

que la desazón lo torna nublado.

 

En ella hay quietud, hay movimiento,

de susurro a grito en un momento.

Libera, alivia, desentiende,

de oscuridad a eternidad trasciende.

 

Cobra malos hábitos, ríe de los buenos,

enemiga y rival, le somos ajenos.

Para unos ansiada salida,

con otros, triste despedida.

 

Es su nostalgia, melancolía,

sí con certeza se condolía,

de nuestros pesares maestra.

Al final, la muerte es nuestra.     

 

**FOTOGRAFÍA 

ANA SAAVEDRA

TEPOTZOTLÁN, MX.

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