POR JOCELYN REYES
LICENCIATURA EN HISTORIA, UAQ
El arte rupestre es una de las manifestaciones más impresionantes que el ser humano ha llevado a cabo, en ellas se plasmó la cosmovisión de los antiguos pobladores. En este caso, las sociedades de recolectores-cazadores nómadas y seminómadas de la Sierra Gorda queretana expresaron su visión del mundo en las rocas de manera muy peculiar.
Estas pictografías se encuentran principalmente en la franja occidental y semidesértica de la Sierra Gorda, donde se han hallado más de 120 sitios en los que los primeros habitantes de esta región plasmaron su arte.
De acuerdo con las investigaciones realizadas por los arqueólogos, diversas pinturas, si no es que la mayoría, retratan al ser humano a veces de forma aislada y en ocasiones realizando algún tipo de danza o ritual. Pero también son notables las representaciones de la flora y fauna local, aunque estas últimas son más escasas. Casi todas las pinturas fueron hechas en tonos ocres, utilizando el negro, rojo y amarillo.
El arqueólogo Carlos Viramontes expone en el libro Culturas de Querétaro a través del tiempo que: “El arte rupestre fue una práctica ancestral que perduró durante varios milenios, y a través de ella se expresaron mensajes muy diversos, vinculados generalmente a sus propias cosmovisiones. Muchas de las rocas fueron pintadas o grabadas durante ritos de paso, de fertilidad y de iniciación, pero también funcionaban como marcadores territoriales o de eventos históricos o astronómicos significativos, además de haber sido parte de rituales terapéuticos.”
Así pues, los vestigios visuales que nos fueron heredados, permiten observar algunas de las prácticas cotidianas de los pobladores originarios, y dichas pinturas reflejan claramente la vida de los primeros artistas queretanos.