CELAYA, Gto.- Durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción, Patrona y Reina de la ciudad, Monseñor Víctor Alejandro Aguilar Ledesma, Obispo de la Diócesis de Celaya, invitó a la reflexión sobre el origen del mal en el mundo e hizo un llamado a que cada uno asuma su responsabilidad personal para optar por el bien.
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El templo de San Francisco fue el escenario de la celebración eucarística en honor a la Purísima Concepción, presidida por Monseñor Aguilar Ledesma. La ceremonia reunió a cientos de fieles devotos, y también se dieron cita autoridades del Ayuntamiento, encabezadas por el presidente municipal Juan Miguel Ramírez Sánchez, quien estuvo acompañado de su esposa Laura Casillas, presidenta del Patronato del DIF Celaya y varios regidores del municipio.
La misa, celebrada en el marco del segundo domingo de Adviento, estuvo marcada por una profunda reflexión sobre el papel de la Virgen María en la salvación de la humanidad y el llamado a la conversión personal.
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Durante su homilía, el obispo Aguilar Ledesma destacó el significado de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, subrayando que esta fiesta nos invita a reflexionar sobre el origen del mal en el mundo. Citando el libro del Génesis, explicó cómo el libre albedrío otorgado a los seres humanos nos permite decidir entre el bien y el mal, pero también nos hace responsables de nuestras decisiones. “El hombre, al pecar, siente vergüenza y se esconde, como lo hizo Adán al escuchar la voz de Dios en el paraíso. El pecado nos aleja de la mirada divina y nos lleva a culpar a otros de nuestras faltas, evadiendo nuestra responsabilidad”.
Asimismo, advirtió sobre lo que causa la envidia y cómo ésta ha llevado al primer fratricidio en la humanidad: el asesinato de Abel por su hermano Caín. Reflexionó que este mal no puede ser superado por medios humanos, sino que requiere de la intervención divina.
Víctor Alejandro Aguilar Ledesma explicó que Dios prometió una solución a través de la descendencia de una mujer que aplastaría al mal. “María, libre de pecado, es el comienzo de esta nueva humanidad, pues a través de ella, Jesucristo, tomó la naturaleza humana, recalcando así que en Cristo y por Cristo, somos bendecidos con toda clase de bienes espirituales”
El obispo concluyó su homilía con un mensaje esperanzador y un llamado a la acción: asumir nuestra responsabilidad personal para optar por el bien y seguir el proyecto de Dios, invitando así a los fieles a volver a la raíz de su fe y encontrar en Cristo la guía necesaria para enfrentar los retos actuales. “Es momento de reencontrarnos con nuestra brújula espiritual y dejar de justificarnos en el mal. Sigamos el ejemplo de María, quien con humildad y confianza respondió al Señor: ‘Hágase en mí según tu palabra’. Así, seremos fermento y luz para una humanidad renovada”, concluyó.